Javier de diablo.

Hace 9 años me puse en plan americano y organicé una fiesta de "Halloween" en casa. Para asistir a la misma sólo había que cumplir un requisito; Venir disfrazado de monstruo.  Mi cuadrilla se lo tomó bastante en serio, porque hubo de todo; la niña del exorcista con el cura, una calabaza, brujas, esqueletos... y hasta dos vinieron con los gorros de la piscina puestos, ya que, según decían, estaban bastante "monstruos" con ellos. Para mi,  el disfraz más especial fue el de diablo. Más que nada porque el diablo en cuestión era mi marido. Irónicamente es el hombre más bueno que conozco. Esa es la magia de los disfraces. Nos transforman durante el tiempo que los llevamos puestos en el personaje que hemos elegido ser. Aunque sea, claro está, sólo estéticamente. Ahora que veo la foto, cambiaría del maquillaje las cejas, el contorno de los ojos... Creo que haré más adelante otro de diablo con algunas modificaciones. De momento, os dejo con el que hice en su día.